miércoles, 4 de noviembre de 2009

ENTRE EL TEJIDO Y LA SIEMBRA



Por Claudia Patricia Fonseca Socha


Es jueves. Es la una y media de la tarde y es un día frío en Bogotá. Hemos iniciado la pre-producción del documental con las mujeres de la red. Sobre la Avenida Chile esperamos el colectivo marcado con el letrero San Luis, que nos llevará hasta “La Semilla” donde se reúnen las 22 mujeres de la UPZ 89, ahora que lo pienso parece la placa de un auto, pero no, es una sigla que identifica un territorio zonal de Bogotá. Han pasado solo algunos minutos y ya vamos hacia la loma de la Calera. Hemos dejado la séptima y empezamos el ascenso, luego de unos quince minutos nos desviamos por el sitio conocido como “La Capilla” e iniciamos un nuevo ascenso por los límites de la localidad de Chapinero. Toda la ruta es un premio de montaña de primera categoría para cualquier ciclista y más y más arriba negocios de celulares, tiendas y casas empotradas a un lado de la carretera, en la montaña o algunas en zonas catalogadas como protegidas.

Las mujeres nos están esperando, aunque sin dejar los temas de su reunión cotidiana de los jueves en la tarde. Desde hace seis años lo hacen. Hay mujeres jóvenes y adultas. Madres, abuelas, solitarias, emprendedoras, tristes, alegres, casadas, solteras, con sufrimientos y alegrías como todos. Llegaron a esta monta
ña entre el límite de Bogotá, Chapinero, La Calera y Usaquén buscando un territorio qué habitar, la mayoría hace mucho tiempo. Como si la ciudad las hubiera llevado lentamente hacia su ribera. Presentamos el proyecto del documental, al final todas sonreímos porque nos encontraremos más a menudo y haremos un documental para que la ciudad conozca a las mujeres de la red.

La primera vez que fuimos a San Luis fue a una reunión de la red en “La Semilla”. Entonces Carmen aprovechó y le vendió una de sus cremas cosméticas a Elsa (una de las realizadoras de la Fundación). Ese es su proyecto productivo, junto a las “matas” que quiere como a nadie, tal vez le recuerden sus orígenes indígenas en el Tolima. Tal vez en una esquina de su memoria se quedó ese amor por la tierra y la naturaleza, antes que la violencia le arrebatara a su padre.

Todas las mujeres de la red tienen una historia qué contar, dif
erente, evocadora y muchas veces conmovedora. En uno de esos días afortunados de pre-producción conocimos a Inés. Vive con su esposo que es zapatero desde siempre y nos muestra en la casa prefabricada de su hija, conseguida a través de la Fundación Un Techo para mi país, una fotografía de cuando “estaba viva” dice. Nos muestra los collares, anillos y aretes que aprendió a hacer en un curso de capacitación promovido por la red. Toma una bocanada de humo de su cigarrillo y nos cuenta sus historias cuando estuvo en “El Cartucho”, trabajando, limpiando baños. La conmovieron de aquella época la degradación de una mujer azafata, muy bonita, pero más que nada la imagen de los niños obligados muchas veces por sus madres a consumir droga. Al fondo se escucha la radio y hay una mezcla entre Serrat y Nino Bravo. En el techo una vieja tina y al fondo un perro observa la montaña.

Otro día estuvimos donde Lilia, una mujer de 20 años que llegó a la red invitada,
como casi todas porque una amiga la motivó a ir a las reuniones de unas mujeres de la localidad. Cuando piensa en la máquina que obtendrá por el préstamo de Manos Amigas, deja atrás los malos retos con su anterior esposo. Ella abrazada a sus hijos, encerrada en la casa, asustada tal vez, y él afuera gritando, amenazando con romper vidrios. Tiene cuatro hijos con él, sostiene en sus brazos a un bebé y nos muestra el vestido del niño, mientras nos dice: “esta sudadera se la hice yo”.

Justificar a ambos lados

Pero la visita más intensa por la caminada, la subida por la loma y la falta de aire de ese día, fue la que hicimos con Isabel. Una mujer de 50 años que vive sola. Su esposo la abandonó hace ya varios años, a pesar que construyó con él esa casa allá en San Luis. Su hijo vivió con ella un tiempo, junto a su esposa y con la hija. Está feliz con su tienda. Nos muestra una foto de su nieta y no puede evitar ponerse triste. Su hijo, después de vivir un tiempo en la casa con ella, ahora no deja a la abuela ver a su nieta. Es una mujer pequeña, atlética y con físico excelente, con una voz fuerte y creo que podría ganar una maratón de Bogotá. Se ofrece como nuestra guía para ir donde las otras mujeres, Mercedes y Lilia.
Nos lleva a toda por la loma, mientras yo trato de recobrar el aire. Habla todo el camino, conoce la historia del barrio y muchas otras de las mujeres. Su respiración es normal y a mi me falta el aire.

Bueno, podría seguir contando la historia de liderazgo de Margarita o la emoción de Olga cuando habla de la red mientras hornea refrigerios de empanadas de quinua, o sobre la espiritualidad de Carmenza mientras su mamá nos regala un delicioso tinto endulzado con panela en medio de una casita de ambiente rural, o la esperanza de Carmen mientras trabaja en su huerta, o tal vez podría hablarles de la sabiduría y la herencia de Sara quien ya dejó de tejer para dedicarse a sembrar. Pero es tiempo de iniciar el rodaje y la expectativa es aún mayor por lograr unas imágenes que nos permitan mostrar el trabajo de las mujeres de la red UPZ 89.


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